sábado, 31 de mayo de 2014

Pertenencia



Quisiera atrapar a mi propio tiempo; pero aun no lo logro: solo hallo espejismos.
Sin embargo, pese a estar falto de certezas, persevero.
  

martes, 13 de mayo de 2014

Garantía



Hace unos cuantos años, en el norte argentino, mientras descansaba en un albergue, tras trabajar todo el día en el campo, llega mi compañero de cuarto y me inquiere:
-¿Vio lo que le pasó a la gordita ésa?, -se refería a una muchacha joven, teñido su cabello de rubio y que andaba todo el día con la escoba en la mano.
-¿Cuál, la mujer del dueño?
-No es la mujer del dueño: llegó al "hotel" junto a un viajante, quien la dejó aquí mientras iba a la ciudad vecina a cobrar unos cheques. Ya hace tres días que él se fue. Desde entonces el dueño del hospedaje le da albergue y comida a la chica, hasta que vuelva el otro y le pague todo.
En ese momento, malsanamente empezamos a reír a lo loco. No descartamos alguna contraprestación en pago. Al fin, mi compañero lo remató con:
-Hoy hay cada desesperada, que agarra cualquier cosa...
La historia se la había contado, entre lamentos, el dueño del albergue.

domingo, 27 de abril de 2014

Extraña música



A todos los chicos nos agradaba el sonido que emitían los mármoles blancos que separaban los mingitorios de nuestra escuela primaria.
Esas piezas, que en sus orígenes habrían sido de un mármol blanco y que, debido al uso cotidiano y el paso del tiempo, se había decolorado hacia tonalidades más amarillentas, sonaban musicalmente cuando con nuestras pequeñas manos los golpeábamos de lado y los hacíamos vibrar.
Estos divisorios rectangulares se hallaban empotrados en una sola de sus caras, en una pared de friso de cemento, una superficie donde caía incesantemente un flujo de agua corriente (proveniente de los orificios de una cañería horizontal) que —supuestamente— se encargaba de mantener limpio el lugar.
Cuando teníamos el tiempo suficiente (y estábamos sin la presencia de maestros o de autoridades de la escuela cerca) una cita obligada consistía dar una carrera de punta a punta del baño, mientras golpeábamos sucesivamente cada mármol divisorio. Sonaban de  maravilla.
Más tarde, en algunos colegios secundarios, tuve la oportunidad de ver que varios de estos divisorios habían sido destruidos, quizás a manos de algún desaforado que los golpeó en sus bordes, más fuerte de lo debido, o los pateó hasta partirlos.
No hay caso, durante la adolescencia no se aprecia la buena música.

sábado, 22 de marzo de 2014

La partida del Rastrojero



Aquella tarde de enero, con gran entusiasmo, junto a mis primos Hugo y Laura, cargamos los equipajes y demás enseres en el viejo Rastrojero Diésel.
Eran los preparativos para la inmediata travesía nocturna que les esperaba y que tenía como destino final al balneario Costa Azul, situado en la costa atlántica.
Como primera medida, apoyados sobre el piso de madera de la caja de carga de aquella rústica camioneta, se habían colocado los colchones. Elementos valiosos y necesarios para el nutrido contingente familiar. Sobre ellos, varias frazadas, un abrigo necesario para sobrellevar el frío nocturno de la ruta (pues recién habrían de llegar a destino por la mañana siguiente) y debido a lo exiguo de la cabina, algunos de los pasajeros deberían realizar el viaje y pernoctar allí.
Para protegerse de la intemperie, se había instalado el correspondiente cubre cargas, consistente en una loneta rústica del tipo “Pampero”, que de tan ordinaria resultaba ser “más dura que gallo al horno”, bromeaba mi tío Eduardo.
En esa misma jornada, aunque bastante más temprano, había observado como mi tío Julián se daba a la tarea de verificar el estado mecánico de tal armatoste infernal. Le había agregado a los elementos del tablero una perilla adicional, fijada al extremo de un cable de acero envainado (del tipo de los que se emplean para los frenos de las bicicletas), que en su otro extremo determinaría la posición de la barra aceleradora del motor; este adminículo le permitiría aliviar la fatiga de tener que viajar con un pie apoyado sobre el pedal del acelerador siempre en la misma posición, para transitar a una velocidad constante.
Si se tiene en cuenta que la talla de mi tío superaba el metro noventa y las dimensiones interiores de la cabina de aquel Rastrojero Diésel eran por demás reducidas, es de imaginar cual habría de ser su padecimiento físico al tener que mantenerse prácticamente inmóvil durante todo el viaje.
Esas camionetas, orgullo de la industria autóctona, se movilizaban a una velocidad no mayor a los cincuenta kilómetros por hora y no eran demasiado confortables, los  viajes prolongados eran un padecimiento para los pasajeros.
Para colmo, la ruta que los llevaría a su destino estaba asfaltada sólo hasta la mitad del recorrido, es decir hasta la localidad de Dolores, lo que obligaba a que el resto de la travesía debiera transcurrir sobre un camino de tierra o de conchilla. Tal ruta era famosa por abundar en ella el denominado “serrucho”, una irregularidad en forma de ondas pequeñas que se formaba sobre la superficie del mismo y que demolía la suspensión de aquellos vehículos que circularan por esos caminos.
Finalmente, ante el júbilo de los futuros veraneantes y los saludos alborozados del resto de familiares que los despedíamos, la camioneta bramó, escupió un humo negro por su caño de escape y partió.
Confieso que, mientras transcurrían todos esos preparativos, me consideré como una parte del contingente, ya que compartía tanto la alegría como las ilusiones de mis primos. Pero, ni bien se perdieron de vista, por la calle Solanet, tomé abrupta conciencia de que sentía dentro de mí un extraño vacío.

sábado, 4 de enero de 2014

Carta a los Reyes Magos (Reto de Mos)

De acuerdo con lo establecido en las reglas del Reto de Mos, de entre todos los trabajos presentados, he elegido aquellas dos cartas que me gustaron más.
Fue una tarea para nada sencilla, habida cuenta de la buena calidad de todas ellas.
Es por ello que los trabajos que, a mi entender, merecen mi voto son:

Para Estrella de Campoamor.
 ¡¡¡¡Queridos Reyes Magos de Oriente!!!!

Me llamo Lucía y tengo 8 años, vosotros ya me conocéis, pues cada año os escribo, sé  que tenéis mucho trabajo en estos días y ¿sabéis? tenéis mucha suerte, pues mi papá lleva muchos meses sin poder trabajar, él busca y busca pero no encuentra, sale de casa antes de irme yo al colegio y cuando regreso lo encuentro sentado en su sillón, delante de la tele, pero, la tele está apagada, yo me acerco para darle un beso y él me sonríe, pero sus ojos están tristes, ¿os cuento un secreto? mi papá llora, él cree que no lo sé, pero le escucho antes de dormirme, les oigo hablar, mi mamá le anima  diciéndole que mañana encontrará trabajo, pero mi papá le contesta:  eso mismo me dijiste ayer y hoy no lo he encontrado.

A veces me levanto y los veo abrazados llorando, hablan de no saber cómo pagar la casa, la luz...otras veces me tapo los oídos cuando les escucho gritarse, cuando se reprochan los dos que ninguno traiga dinero a casa.

Últimamente apenas se hablan, ya no los veo abrazados, mi papá ya no sale a la calle y muchos días viene una vecina a traernos comida, entonces mi mamá la abraza y llora, mientras mi papá está acostado, le ha crecido barba, me pincha su cara cuando le doy un beso, ya no me mira...me chilla diciéndome que le deje en paz, yo no sé porqué, sólo quiero abrazarle y decirle que le quiero.

Mi mamá siempre está enfadada con él y yo intento no causarles problema, voy al cole, hago los deberes y por la tarde, salgo a jugar a la calle aunque no tenga muchas ganas, cuando no estoy discuten más, por eso subo pronto, al subir por las escaleras oigo sus voces y me dan miedo porque se dicen palabras muy feas, cuando llego se callan y hasta a mi han dejado de hablarme, ¿qué es lo que he hecho mal?, ¿porqué se enfadan conmigo?.

Ya no me preguntan qué tal voy en el cole o que estudie y haga los deberes o que vuelva pronto a casa y tenga cuidado al cruzar, ya no me cuidan como antes, no me abrazan ¿será que ya no me quieren?.

Mis queridos Reyes Magos, os cuento todo esto para que no os extrañe que este año no os pida juguetes, este año sólo os pido que mis padres vuelvan a quererse y  si tenéis algún trabajo para mi papá también lo traigáis.

Muchas gracias por leer mi carta, os doy un besito para cada uno.
Lucía.
Muestra la ternura de una niña pequeña apenada, que es consciente de los problema hogareños y busca resolverlos con la ayuda de los Reyes Magos.
Y para Jorge del Nozal.
Queridos Reyes Magos:
¿Por qué no escucháis mis peticiones?,  llevo toda la vida pidiéndoos lo mismo y vosotros toda la vida ignorándome. Yo nunca suplique nada para mí, solo quería que concedierais a los demás lo que os pedían de corazón.
Pero yo sigo viendo gente triste, enfadada, sin ilusión, con hambre, sin trabajo, que lloran, que nunca ríen,  que…
Este año por primera vez voy a pedir algo para mí, y si no me lo concedéis, me enfadare mucho y no volveré a escribiros, ¡vosotros veréis!.
Os pido, que espolvoreéis por el mundo, la magia de la esperanza y de la confianza, para que aprendamos a ser felices con lo que tenemos, mientras esperamos vuestro regreso el próximo año.
Atentamente.

                             Jorge.
  
En este caso, la solicitud se torna en reproche, habida cuenta de la falta en el mundo de la esperanza y la confianza. Dos actitudes vitales e imprescindibles para poder revertir la situación.