miércoles, 20 de febrero de 2013

Cariñoso


¿Cómo lo podría explicar? No hay modo de transmitir lo que sentía Marcelo Amadonna.
Tenía una predilección absoluta por estar rodeado de mujeres.
No se le conoce que haya hecho desaire alguno a ninguna mujer; era amable y simpático con ellas, al extremo de ser siempre servicial y confiable.
De rostro agraciado y contextura física formidable, su presencia nunca pasó desapercibida para las damas.
Los malpensados lo acusaban de ser un homosexual. Nada más alejado a la realidad: jamás le brindó muestras de cariño a ningún muchacho, aunque compartiera con sus amigos más tiempo que con las chicas. Ni siquiera abrazaba a los otros para una foto informal y graciosa.
Se llegó a decir que tenía un soberbio complejo de Edipo. Otra falsedad: pues su madre había muerto de parto y había sido criado por una tías solteronas y ya mayores. Como era el menor de la familia, todas las tías y primas le brindaron cariño.
Ya de pequeño, sus compañeritas de escuela jugaban junto con él durante los recreos; las niñas vecinas también lo invitaban a compartir sus juegos.  Marcelo se prestaba, de buena gana, a ser su monigote, su muñeco animado. Ellas le daban la comida imaginaria, lo peinaban de mil formas, le hacían cariños; ante todo este despliegue, el chico no se molestaba, más bien se sentía a gusto, reconfortado y protegido, como con sus tías y demás familiares femeninas. Obvia decir que todas lo querían y se disputaban su compañía.
Durante la adolescencia, este muchachito era el gran amigo de todas ellas. Marcelo no solo era el confidente perfecto (sus labios se sellaban ante cualquier secretillo que se le confiara), sino que más de una vez su ayuda acercó al muchacho deseado hacia alguna de sus amigas.
Sus amigos lo envidiaban bastante. Cuando iban a bailar en grupo, siempre era Marcelo el que entablaba conversación con todas las chicas, incluso aquellas más deseables por todos.
Hasta aquellas más agrias caían bajo su influjo: un tanto por no ser vistas como amargadas y otro poco por curiosidad: se arrimaban junto con las demás; luego, no había modo de no quererlo.
Desde que era un niño, cada vez que se despedía de una mujer, les daba un beso tierno en la mejilla. El contacto con la piel de las mujeres lo hacía sentir protegido.
Más de una enamorada se le sugirió, o le declaró su amor apasionado, sin más vueltas. En tales situaciones, él se las ingeniaba para hacerles saber de su cariño asexuado. De mala gana aceptaban esa realidad, quizá con el consuelo de saber que ninguna otra lo poseía y con la esperanza de lograr  convencerlo.
Ella se llamaba Sol. Tal vez fue por ello que lo deslumbró.
A diferencia del resto de las chicas, esta muchacha era reservada; se acercaba a él, pero no le dirigía palabra. Siempre lo observaba desde la segunda fila, detrás de aquellas más atentas y serviciales.
De ella, solo obtuvo monosílabos durante la primer charla en soledad. Y, además, una dulce mirada.
Entonces, nació en Marcelo el deseo irrefrenable de retribuir tanto cariño recibido acumulado. Y esa chica tímida y bella fue la destinataria.
Juntos descubrieron el amor.
Pero, esto fue demasiado para las demás mujeres, que se sintieron defraudadas por Marcelo; cada una se sentía con el derecho de haber sido la elegida.
Todos sabemos lo difícil que se torna una mujer despechada; ahora, imaginemos el accionar de toda aquella multitud que rodeaba a nuestro hombre.
A Marcelo y a Sol, la vida se les tornó imposible. Él no podía comprender semejante cambio de actitud y ella temía por su vida...
Se dice que él vive ahora en los suburbios de la ciudad; solo con la compañía de tres -o cuatro- perros, una pecera y las jaulas con sus canarios.
Ya reincidirá.

viernes, 15 de febrero de 2013

Pedigüeño



Entonces, me dijo: "¡No! ¡Y no te lo repito más!"
No sé por qué me responde de ese modo, ya que se lo he pedido del mejor modo posible.
De chico aprendí que un pedido directo no siempre da resultado y que lo mejor es sugerir... como al pasar. Pero, en este caso no hubo manera de conseguir que accediera a mi requerimiento.
En estos casos, los buenos modos y la educación son fundamentales para el éxito. Es por ello que jamás se escuchó en mi vocabulario un ¡dame! El "por favor" siempre estuvo presente, lo empleé en cada oportunidad que tocaba el tema; al igual que las palabras dulces y los halagos sonrientes, que enternecen a las almas más duras.
¿Y qué gané con tal accionar?, ser solo el receptor de malos modos o, directamente, el destinatario de un brutal silencio.
También aprendí a no pedir imposibles. Nadie podrá satisfacer aquello que no está a su alcance; que no es este el caso. Esto es una cuestión de buena voluntad, por sobre todas las cosas.
Ni siquiera lo obtuve tras ser siempre generoso con mis regalos, bonitos y -convengamos- bastante onerosos.
Ya casi no me quedan artilugios por emplear, solo aquellos más extremos y raros, esos mismos en los que confío sean eficaces.
Bueno, mañana se lo pido otra vez.

martes, 5 de febrero de 2013

Atisbos


Mientras caminamos por la vida descubrimos el mundo que nos rodea.
Así comprobamos que las ideas básicas que se nos han inculcado desde la niñez resultan en la práctica mucho más complejas de lo que imaginamos en un principio, tanto que nunca podemos llegar a comprenderlas en su totalidad.
Ciertos hechos y conductas de la sociedad se nos revelan como a través de rendijas, dispuestas en lugares dispersos e impensados, desde las cuales podemos atisbar otras facetas de la realidad, que no siempre han de ser las más agradables.
No obstante, siempre nos será útil lograr un avance en esa vía del descubrimiento de nuestro entorno; básicamente, para poder mejorar nuestra visión de él. Y con su aprendizaje, ser capaces de adecuar nuestra conducta a las pautas del medio donde nos toque vivir.
Avanzar por estos caminos inciertos es una decisión singular que le cabe a cada uno de nosotros, y será tomada en base a nuestras más íntimas afinidades con tal o con cual inquietud. 
Por último, el conocimiento adquirido nos permitirá descifrar dónde podremos brindar algún avance al conjunto. O, tal vez, no.