martes, 16 de octubre de 2012

Obsecuentes

Al igual que usted, estimado lector, infinidad de veces los pude observar en acción; me refiero a los obsecuentes.
Por lo general, su actitud servil está mal disimulada. Y no podría ser de otra manera, a riesgo de que quien debe percatarse de las deferencias excesivas recibidas por estas gentes pueda llegar a no darse cuenta.
Es así que los despreciables obsecuentes se desviven en brindar celeridad ante el menor requerimiento sugerido, o festejan cualquier nimia ocurrencia de aquel individuo a quien desean servir. A veces, sobreactúan de un modo patético.
En algunos casos, quizás este accionar tenga su origen en un sentimiento íntimo de inferioridad, o asuman esa conducta con la malsana y perezosa intención de aventajar a otros semejantes —por lo general más capaces y laboriosos que ellos— para obtener un mejor reconocimiento en el grupo de pertenencia. Cuanto menos informal sea la organización donde se hallen, mayor será el daño ocasionado por estos individuos.
Este panorama se torna deleznable cuando tanto el subordinado como el supuesto líder son obsecuentes ambos. En estos casos, el resultado será fatalmente malo para cualquier grupo humano que los cobije. El jefe obsecuente no podrá entender la conducta de ninguno que no aplique la obsecuencia ciega hacia su persona. Automáticamente verá en él una amenaza a su liderazgo: nada peor para un vicioso que la virtud en un subalterno.
Hay veces en que el obsecuente cree que brinda sus favores a alguien menos capacitado que él, con lo cual siente un íntimo regocijo al pensar que, mediante sus artilugios de manifiesta obediencia y recepción de favores, maneja desde las sombras la situación. En verdad, los hechos se suceden por mera casualidad.
He visto como algunos pobres diablos tratan de hacer méritos mediante obsequios desmesurados a sus líderes; cuando en realidad debiera ser al revés, pues quien obtiene un mayor beneficio de un buen resultado es quien está a cargo y —por tal razón— debiera estar agradecido a todos aquellos que lo hicieron posible.
Existe desde aquel pequeño alumno mediocre, que entrega un regalo exagerado a la maestra, en busca de buenas calificaciones, hasta el empleado que se tira de cabeza a un pozo lleno de barro, para socorrer a su jefe, que ha tropezado dentro del mismo, en un afán desmedido por lograr un evasivo aumento de sueldo o un inmerecido ascenso.
La Argentina —como todos sabemos— es un país extraño. En él la norma es la anomia, razón por la cual, las artes de la obsecuencia son favorecidas.
En algunos raros casos, donde no se practica este fenómeno, tal situación se debe a que el subalterno es un familiar cercano de alguien con mucho poder. En estos casos resulta gracioso ver al jefe prodigando favores al subalterno.
Por estas razones, me resulta verdaderamente cómico escuchar esos argumentos sobre el reconocimiento recibido por este Fulano, o aquel Mengano, en función a su gran capacidad y logros obtenidos, cuando en realidad me consta que los personajes premiados sólo son mediocres… y obsecuentes.
El accionar de los obsecuentes torna muy difícil para el virtuoso encarar actividad alguna con un nivel de éxito significativo. Alcanzar un resultado, que luego pudiese depararle algún tipo de reconocimiento, le resulta una empresa casi imposible: no está preparado para resistir las argucias y zancadillas que le propinará el otro. Una situación que pudiera resultarle favorable y ser visible a los ojos de todos, no pasará desapercibida para quien pueda sentirse amenazado en su impericia o falta de capacidad.
En su argumentación para desmerecer al laborioso nunca faltarán argumentos: demasiado celo por su profesión que le impide ver la realidad con mayor claridad, tener un mal carácter, ser egoísta, ser petiso, ser gangoso, o ser negro.
Por eso, algunos pobres a los que en el reparto de dones les fue mal, sabedores de sus límites, finalmente no les quedará más remedio para progresar que hacer méritos y congraciarse con sus jefes. Y como saben de antemano que no tienen la capacidad intelectual para merecer ascensos, el único camino que se les ocurre es el de la obsecuencia.
Pero —como decía mi abuela—, “más vale caer en gracia, que ser gracioso”; por lo que a veces más que lograr sus fines, estos desdichados ponen aún más en evidencia sus limitaciones y terminan haciendo el papel de bufones.
Entre los de su especie, su arsenal está pletórico de las artes de la calumnia y el chisme; armas que utilizan con predilección sobre aquellos otros a los que su pobre razonamiento hace ver como rivales que deben vencer.
En este juego maléfico rápidamente recibe buenas dosis de su propia medicina, aplicada por parte de otros obsecuentes como él: estas dosis suelen ser fatales sobre él. Por el contrario, para quienes no necesitan mentir sus capacidades —pues son evidentes— esos ataques sólo les causan un daño momentáneo; aunque tal benignidad es cierta solamente si tuvieren otra oportunidad para mostrar su valía, entonces demostrarán tal equívoco y —en este caso— será el obsecuente quien terminará cuestionado.
Pude observar que generalmente se forma una pareja inseparable: el obsecuente y su jefe mediocre. En este nefasto dúo, uno de ellos se encarga de obtener todo tipo de información que desmerezca a sus compañeros, es el alcahuete, lo que es utilizado luego por el otro para cortar cualquier posibilidad de reconocimiento hacia alguno de sus dirigidos, en especial aquel que pudiera eventualmente convertirse en reemplazante suyo, o —lo que es peor— pudiera poner de relieve su poca capacidad para ocupar esa posición de privilegio. A cambio, prodiga escasos beneficios al obsecuente que le hace tal favor.
Si un obsecuente progresa, junto con él progresará su metodología de trabajo. Malos días le esperan a esa organización. Y aunque —por incompetente—  finalmente el obsecuente termine relevado, habrá ocasionado ya un grave daño a todos.
También me consta que, en otros casos, la obsecuencia es una burda actuación a tiempo completo, pero dirigida hacia un fin determinado: la obtención de un favor.
Esto es muy común en la política, donde la gente se arrima a los políticos con el solo fin de obtener un beneficio dado, que bien puede variar desde una pensión o subsidio, hasta una beca de estudio para un hijo o la asignación de una vivienda en un plan del gobierno, o aún un puesto de trabajo —aunque más no fuera temporario— para alguno de la familia.
En esas personas su lealtad hacia los postulados y objetivos que defiende ese político durará lo mismo que la paciencia que tengan para esperar por aquel beneficio. Llegado a ese punto, para el logro de su meta, el obsecuente se venderá al mejor postor.
Un sistema basado sólo en el liderazgo de aquellos mejor dotados daría como resultado una maquinaria mucho más eficiente, para el regocijo y lucro de los accionistas o dueños, por lo que estos potentados deberían lamentarse de que en sus empresas abunden los obsecuentes…
       

44 comentarios:

  1. La sumisión y el peloteo están generalizados en cualquier orden de la vida; no es exclusivo de ninguna colectividad en particular.

    Cuanta más pobreza, carencia de leyes y ausencia de normas sociales tiene un estado; todo ello repercute, y conlleva que los defectos de esa sociedad no logren dotar a algunos individuos con los instrumentos necesarios para lograr sus objetivos.

    Viéndose abocado a rebajarse ante el poderoso y tratar de subsistir a base de cómo se pueda, aunque su intelecto sea superior al poderoso.

    Consecuentemente, no podemos generalizar y tratar a todos los obsecuentes con el mismo rasero.

    Yo los denominarías a grandes partes de ellos como: SUPERVIVIENTES. Aunque debemos reconocer también, que algunos nacen sumisos y pelotas.

    Un buen articulo, me ha encantado leerte.

    Un saludo.

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    1. Carozo:
      Lo que citas es cultural y se corresponde con una sociedad acostumbrada a ser mandada y a la que -por ello- a sus integrantes jamás se le pasará por la cabeza que podrían obrar por cuenta propia.
      Hay un libro de José Ignacio García Hamilton, "El autoritarismo hispanoamericano y la improductividad", donde el autor plantea la razón del dispar crecimiento como nación de estos pueblos con respecto a otros con otra cultura. Según el autor, la diferencia reside en la aceptación del poder, que se hace en Hispanoamérica, como algo emanado desde arriba; un ente que es la guía y la fuente del reparto de bienestar y de castigos. A esos poderosos se los llama con diferentes nombres: hacendado, obispo, burócrata, policía, magistrado. Todos ellos hacen al "ser nacional" de esos países.
      En aquellos otros países, donde el poder está más disperso, estos burócratas se hallan fuertemente limitados en su accionar.
      Sin embargo, la presencia de obsecuentes es algo que excede a la sociedad en la que está inmerso el individuo. Los hay en toda sociedad, aunque en aquellas donde impera el mérito, ven su campo de acción mermado. No obstante, hay unos cuantos, ilustrados ellos, que la practican como método de progreso. Sucede que poseen poca dignidad y, por ello, no les importa desempeñar ese rol. Su cuota de cobardía no es escasa, ya que suelen dar un paso atrás cuando alguien los enfrenta.
      Estoy tan acostumbrado a su presencia que ya ni me molestan, sobre todo cuando saben que no soy uno de ese club.
      Un gran abrazo.

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  2. ¿Sabes que tienes, como diríamos en mi tierra, un "Pico de oro"?, en este caso dedos, claro.

    Te lo digo porque has hecho una disección completa y, a mi juicio, perfecta de ese problema endémico que padece nuestra sociedad y que todos damos por sentado que existe, ha existido y existirá a todos los niveles.

    El final genial, pero poca gente se resiste a tener sus obsecuentes.

    Besos

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    1. María:
      Muchas gracias por tus palabras tan generosas.
      Sobre tu última apreciación, es bien conocido que aquel que endulza los oídos de una persona es siempre tenido en gran estima o, lo que es lo mismo, se convierte en algo adictivo.
      Eso justificaría el posicionado de ciertos simpáticos selectivos, que a sus jefes les muestran sus labios sonrientes y a todos los demás sus dientes amenazadores, cual mastín intratable.
      Besos, también.

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  3. Arturo, tu artículo suena a algo muy conocido, "nuestro gobierno", ejemplo puro de obsecuencia, y no daré nombres, dado que son conocidos.
    Estuve leyendo la lección que diste en el blog de Carozo. Impecable.
    Te dejo un abrazo.

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    1. Luis:
      Por supuesto que cuanto mayor sea el poder, también será mayor la obsecuencia. Quien más, quien menos, todos se llevan su beneficio con esa actitud.
      Me agrada mucho que coincidas con mi comentario.
      La metodología de la observación global de las cuestiones, vale para todo. Es así que si uno solo se enfoca en una cuestión y hace abstracción de aquello que la rodea, estará lejos de saber interpretar lo que tiene frente a sus ojos. Eso aplica a cualquier análisis que se desee hacer.
      Un enorme abrazo, mi amigo.

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  4. Desde que nacemos, crecemos y hasta que nos vamos de este mundo, todos somos mandados de una forma u otra.

    Algunos de estos con el paso del tiempo o el cambio de las circunstancias; estas pueden variar y convertirse en dictadores, tiranos, mandones, opresores y en definitiva Jefes.

    En este apartado va incluido el poder dimanante del dinero, la fuerza física, el poder de seducción o las armas. En este apartado podemos descartar al complaciente u obediente por su naturaleza. El entorno lo envuelve en un medio de subsistencia, y su debilidad le hace acomodarse a ese hábitat.

    El autoritarismo hispanoamericano y la improductividad es fiel reflejo de la falta de cultura y un desanimo creciente, por mucho que sea el esfuerzo, la cosa nunca cambiara. (El rico siempre será rico y el pobre, pobre se queda)

    El poder se representa de varias maneras: Autoritarias o democráticas. En ambas se acepta el poder. Una por la fuerza y la otra en las urnas. Unos u otros gobiernan como les dicta el poder adquirido.

    El obsecuente, que también lo podemos catalogar como: cumplidor, disciplinado, dócil, obediente. Realizan una función primordial en cualquier ámbito donde se mueven.

    Si hablamos de cobardes y de las personas que tienen poca dignidad. Hasta en las altas esferas lo tenemos colocados, e incluso votados por nosotros mismos y caen como una torre de naipes.

    Pero al final, el merito siempre se ve recompensado.

    Un saludo.

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    1. Carozo:
      Concuerdo con tu conclusión, aunque tengo otro punto de vista acerca de que todos somos mandados y de que no escapamos a ello.
      Según una ya vieja práctica de conducción (que aprendí en 1983), las personas responsables de un proceso deben saber cómo motivar a su personal. Esta teoría habla de cuatro estereotipos de personas, divididas por sus cualidades de independencia.
      Un buen supervisor sabrá distinguir cómo manejarse con cada uno de ellos. Están aquellos que necesitan una pormenorizada descripción de la tarea encomendada y un posterior seguimiento de cerca; es la escala inferior de la calificación laboral. La opuesta es aquella en la cual se presenta un objetivo y se deja en libertad a esa persona para que busque el mejor camino para llegar a él. No requiere ser supervisado, solo hace falta decirle cuándo se necesita qué. En el primero, la supervisión trabaja como un reaseguro de que se sentirá seguro en la labor, en el estereotipo del individualista autosuficiente, la supervisión es tomada como una intromisión y hace decaer la eficiencia del trabajo, pues le mal predispone.
      Los otros dos estereotipos son variantes intermedias de estos dos.
      Las nuevas prácticas de manejo hablan de los facilitadores en lugar de los supervisores; eso es debido a que en las tareas de alto valor agregado, se trabaja en un entorno de gente preparada que no requiere de mayor control, pues el control se efectúa sobre el producido por ellos.
      Por supuesto que hay trogloditas que siguen empleando técnicas obsoletas de manejo de la gente, pero esto no quiere decir que tal conducta sea exitosa.
      Cualquiera es él mismo y sus circunstancias, por lo que la conducta que seguirá estará de acuerdo con estos condicionantes. Esto aplica a todos y los obsecuentes no escapan a la regla.
      De más está decir que el tema excede con amplitud los esbozos de explicaciones que podemos vertir en un post, o en un comentario.
      Un gran abrazo.

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  5. Imponente entrada. El biotipo que describes a la perfección, desgraciadamente existe desde tiempo inmemorial y existirá hasta el fin de los tiempos.
    El ser humano nunca ha podido resistirse al halago y la adulación, así que los obsecuentes, son necesarios en la vida. :D
    Besazo

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    1. Dolega:
      A partir de la singularidad que poseemos cada uno de nosotros, notamos que no todos poseemos las mismas aptitudes. Si tenemos la suerte de destacarnos en una disciplina, seguro que seremos un desastre en muchísimas otras.
      Por ello, a partir de que el contexto es uno solo para todos, cuando nos hallamos en un ámbito determinado, en un área donde no somos duchos, nos hallaremos en una situación incómoda. Allí seremos incompetentes (sería el caso de Borges en medio de un partido de fútbol); entonces, lo sabio sería irnos de ese lugar, hacia otro que nos fuera más propicio.
      Algunos desdichados, no toman conciencia plena de su situación y se esmeran en permanecer allí, o no pueden retirarse; por lo que adoptan actitudes que les garanticen que su estadía resulte -más o menos- confortable. Son los obsecuentes.
      Si se tratase de una relación afectuosa, aquel hombre -o mujer- que desea a cierta persona, no cejará en su empeño, ni aun al ser sometido a maltrato o a rechazos varios. Se rebajará hasta lo indecible, con tal de ganar los favores de la otra persona. ¿Acaso un enamorado es obsecuente?
      Un besote.

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  6. DE ESE TIPO DE BARBEROS CONOZCO A UNOS CUENTOS QUE NECESITAN SUPERVIVIR ANTE LA SOCIEDAD... SE ACOMODAN AL MEJOR POSTOR.

    COMO SIEMPRE UN PLACER LEERTE
    SALUDOS Y UN ABRAZO
    CARLOS

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    1. Carlos:
      Muchas veces la política es un medio para solucionar los problemas de la gente... de la política. Y hay veces en que pienso que tal objetivo es el único que reina en esos ambientes.
      Sin embargo, sería injusto no reconocer que algunos despistados se arriman a esas orillas en búsqueda de medios para satisfacer el bienestar general. Obviamente, nunca lograrán su objetivo. A lo sumo servirán de trampolín a algún inescrupuloso que se valdrá de los esfuerzos y de la candidez de ellos.
      Un gran abrazo.

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  7. Conozco a un puñado de ellos, no debe ser este mal, exclusivo de Argentina. Los obsecuentes son pegajosos, y serviles hasta extremos insospechados. Cuando un pelota trepa hasta arriba, es mucho peor, porque espera que todo el mundo haga lo que él hizo y los disidentes pagan los platos rotos.

    Fantástica reflexión Arturo y tus contestaciones a los comentarios ¡también!.

    Algún día el mundo será de los no-obsecuentes Puede que sea utópico...

    Besos desde mis palabras en tus pensamientos.

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    1. Laura:
      Me congratulo de tu optimismo.
      Es hermoso ver que tus ideales están presentes y ponen de manifiesto a un alma noble.
      Mucho me temo que soy escéptico al respecto, pues para que no hubiese ese tipo de individuos, necesitaríamos que cada uno se desempeñe en el medio donde es más ducho; algo que, fácil es darse cuenta, es imposible.
      Lo más cercano a tu utopía podría ser una cofradía, donde sus integrantes poseen capacidades similares, aunque no iguales.
      Besos desde estos pensamientos en tus palabras.

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  8. Los inútiles precisan de obsecuentes y los obsecuentes precisan de inútiles y en este círculo vicioso se desenvuelven. Es increíble pero cierto, vergonzoso pero real y aunque parezca mentira viven mucho mejor que los que pensamos y trabajamos. Así están las cosas, amigo. Un abrazo

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    1. Alma:
      Lo que mencionas es completamente cierto.
      Puedo imaginar el drama en la autoestima para aquel que se sabe mediocre (tuvo toda una vida para darse cuenta de ello) y lo beneficioso, para sus angustias, que deben ser las alabanzas de los obsecuentes de turno.
      A su vez, el obsecuente, que es un mercenario adulador, se siente cómodo en su posición, pues el otro lo necesita como el agua.
      En sociedades poco desarrolladas y -por ende- poco competitivas, se suele elegir a los sonrientes que adulan el desastre, en vez de dar crédito a los más inteligentes, que plantean los problemas y sus soluciones. Es sencillo: ponen en evidencia la incapacidad de los que tienen mayores responsabilidades, que sson los mismos que tienen que darle crédito.
      Quizá esta situación sea la razón del atraso de ciertas sociedades.
      Un gran abrazo.

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  9. "la norma es la anomia", es tan certera tu frase, y lo de la obsecuencia, en un todo de acuerdo, me dan tanto asco, pero debería intentar armonizar mejor esta tarde de martes, que bastante ya se me fue de las manos.
    Gracias, Arturo.
    Siempre es un placer leerte, y lo mío, tiene que ver con la sinceridad, alejada estoy de toda obsecuencia pestilente.

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    1. Alicia:
      No puedo menos que agradecer tus palabras tan halagadoras.
      En mi modo sencillo (y quizás superficial) de tratar los temas, le agregué una justificación a esas conductas, tan molestas para quienes tratamos actuar dentro de la ética. Aquello que es ineviable, nos obliga a hacer el esfuerzo por comprenderlo y por soportarlo.
      Un gran abrazo.

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  10. Los obsecuentes suelen estar cerca de los poderosos económicamente y esperan algún favor que le reporte beneficios económicos, por supuesto. Mientras esta sociedad no mantenga otro orden de valores los "pelotas" nunca dejarán de serlo, aunque por otro lado qué sería de un jefe, sin nadie visible por debajo de su nivel. ¿Sabría él que es jefe? ¿Y los demás?.
    También pienso que si los obsecuentes buscaran en sus admirados valores morales pronto dejarían de ser "pelotas". Estarían aprendiendo a ser personas con dignidad.
    Muy buen tema Arturo. Un saludo afectuoso.

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    1. Antonia:
      Esa gente se halla en todos los espacios, por desgracia.
      Se llaman a sí mismos con el apelativo de "pragmáticos", una manera elegante de ocultar su inescrupulosidad, que les hace recurrir a cualquier argucia con tal de sacar provecho.
      El que lleguen a ser jefes solo pone de manifiesto la incapacidad de quien lo nombró en ese cargo. Por suerte, no todos los jefes son de ese tipo de persona, sino la sociedad sería imposible de soportar.
      Aquellos enquistados en las altas esferas, son los más expuestos a la crítica y la desaprobación general; pero, los hay en cualquier curso de primer año de la escuela, donde niños de seis años hacen sus primeras armas en ese sentido. Los padres son los que los envían con obsequios para los maestros.
      Con todo afecto.

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  11. Creo recordar que en algún momento algo hable de estos prsonajes,pero voy a extender un poquito más.

    Aquí en mi país España que también es tuyo por ley hereditaria de familia y sentimientos.

    Les decimos de cuarenta mil maneras desde pelotilleros rastreros chaqueteros obedientes, rendidos, y sumisos.

    Pero no todos son unos ineptos algunos tiene una gran inteligencia como lo he podido comprobar en mi empresa,esos individuos tiene prisa para subir escalas y codearse con lo ejecutivos,y para alcanzar tamaña escala no dudan en hacer lo haga falta.

    Mirándolo así me considero un obsecuente pues con mis amistades es que me vuelco con ellos,¿Seré un pelota descarado?

    Saludos

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    1. José:
      Los afectos y la admiración son toda una virtud; por ello es que nos sentimos a gusto cuando estamos junto a nuestros amigos, en un plano de igualdad. El obsecuente, en cambio, pervierte ese tipo de relación; dicho en otros términos, lo suyo es tan mendaz como lo es el amor por horas, con respecto al amor verdadero y noble.
      Aquel que es ambicioso en el entorno laboral puede demostrarlo de diferentes maneras, la obsecuencia es solo una de ellas.
      Es posible que el obsecuente no sea tan inteligente y solo posea ciertas habilidades que disimulan tal carencia. Entiendo por inteligente a aquel que posee una gran capacidad de entendimiento, una memoria prodigiosa y -lo más importante- que a partir de esas dos capacidades, puede llegar a idear nuevas conclusiones, en situaciones diferentes.
      Probablemente, la inteligencia no sea la única habilidad que necesita una persona para triunfar: la falta de complejos ayuda, la locuacidad también, al igual que la buena presencia, más una serie bastante amplia de astucias; todas ellas aprendidas (incluso algunas infames), que no significan creatividad alguna. Si le sumamos la falta de escrúpulos propia de un obsecuente, el cóctel está listo.
      Un cordial saludo.

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  12. Luego de leer todos los comentarios acertados sobre tu relato, ya me queda muy poco para decir.
    ARTURO,como siempre es un lujo pasar por tu blog

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    1. Meryross:
      Gracias por tus conceptos. El resultado positivo de este post está directamente relacionado con el grado de participación de ustedes, amigas y amigos, que pasaron por aquí.
      Son quienes hacen el mayor aporte, pues dan la valiosa perspectiva a un tema que era visualizado desde la soledad de una visión individual.
      Besos.

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  13. Adhiero a cada una de tus palabras, Arturo. Nada que agregar. Lo has dicho todo muy claramente en tu texto y comentarios. Saludos van, maestro! Un placer leerlo como siempre

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    1. Sandra:
      También agradezco, con sinceridad, tus palabras.
      Sabés bien que el placer de ser leído y comentado es lo mejor que puede pasarle a quien edita una entrada.
      Un gran abrazo.

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  14. De verdad Arturo que da gusto leer tus entradas, y no es "peloteo" :) ¿Quién no ha tenido algún pelota al lado? De hecho en los trabajos de oficina, que ha sido mi ámbito, pululaban a raudales. "Satélites volantes" los llamaba yo. Una manera de rebajarse y en muchos casos para no obtener beneficio alguno. De pena.

    Un placer Arturo.
    Besote.

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    1. Teresa:
      Nunca se está a salvo de ellos. El daño que nos ocasionan puede ser impensado, ya que podríamos cruzarnos en su camino (y seguro lo hemos hecho) desde la escuela primaria, la secundaria, la universidad, la medicina (en todas sus ramas), la administración municipal, alguna gestoría, un banco, o comercio y toda otra institución, donde estos imbéciles tienen la mala costumbre de pulular.
      Aunque no los veamos, ya que el trámite interno de tales organizaciones es desconocido para nosotros, estas gentes harán su tarea de modo que padezcamos los resultados calamitosos. Y dejo aquí, so riesgo de poder ser acusado de "kafkiano".
      Besos.

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  15. Querido Arturo: Me pasa como a Meryross que después de leer los comentarios y tus rspuestas, me queda muy poco por decir, Si acaso que estoy de acuerdo en el último p´çarrafo donde viene a decir que las empresas deberían prescindir de los arrastrados pelotas y dedicarse a proveerse de personal capacitado y....digno.

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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    1. Mos:
      Mucho me temo que ninguna organización está a salvo de su presencia. Es más, a veces se me ocurre que estos personajes eran gente común y silvestre, hasta virtuosos -me arriesgaría a decir-; individuos que un buen día, cansados de no llegar a sus metas personales, se contagian con el "virus" de la obsecuencia.
      Tal situación novedosa, invalidaría la posibilidad de ser rechazados al momento de ser empleados, ya que en ese entonces estaban sanos.
      Una vez dentro de la empresa, su conducta se propagaría como lo hace cualquier enfermedad en un cuerpo sin anticuerpos para defenderse de ella; muchos otros lo emularían... y que Dios les ayude a todos.
      Y muchas gracias por tus palabras.
      Un gran abrazo.

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  16. Hola Arturo, bueno esta clase de gente nunca me ha gustado, digo esta especie a los que llamas Obsecuentes, aquí los llamamos pelotas, rastreros y muchas cosas mas, nunca he sabido ser así ni tampoco me he molestado en aprender a serlo ya que como te he dicho no me gusta para nada, pero es algo que por desgracia ha existido y existirá siempre, solo decirte que cuando tienes un personaje de estos en tu entorno o al lado es una de las grandes desgracias que nos puede tocar, ya que se llevan todo por delante sin mirar nada.
    En la empresa que estaba yo, el mayor pelota que teníamos era el encargado que no sabia hacer la o con un canuto y no te exagero nada, y el mayor inbecil o tonto que teníamos era el jefe, yo le decía que en el reino de los ciegos el era el rey, por no querer ver el daño que estaba haciendo el encargado, pero como este le hacia la pelota en todo pues viva la pepa y así iba todo, en fin amigo que son una lacra estos personajillos pero les va bien la vida haciendo el daño que hacen, buena entrada:)
    Besos.

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    1. Piruja:
      Cuando tenemos frente nuestro a un tándem de imbécil y obsecuente (aquí le decimos ortiba del jefe), malos días nos esperan. como ya expliqué, la simbiosis es total y se necesitan el uno del otro. La única solución es evitarlos los más posible, ya que no está a nuestro alcance removerlos de sus lugares.
      Pude aprender que esos jefes inútiles eran los mismos que en la escuela se copiaban del compañero y sacaban buenas notas. Que utilizaron todas las trampas habidas y por haber para parecer más capaces de lo que son en realidad (la más de las veces gracias a la indispensable ayuda de otros).
      Como contrapartida, los más capaces, son gente que cree que los demás están en condiciones de entender todo, pues para ellos es cosa fácil. Eso los lleva a ser demasiado exigentes para con individuos simples y de pensamiento limitado.
      El carisma del imbécil será el que haga que la gente resista al más capaz, para apoyar al inútil, que jamás les tomará examen alguno y que creerá sus mentiras cuando se justifiquen por su impericia (u holgazanería). En este juego perverso, solo sufrirán desdicha aquellas personas nobles, de buen corazón y elevada moral; las mismas pocas que sueñan con el triunfo del bien sobre el mal, entre ellas creo verte.
      Un beso.

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  17. Por estas islas los solemos llamar hueleculos y hay en cantidad, en estos tiempos que corren han proliferado como setas y ¡que casualidad! normalmente no poseen ninguna otra virtud o destreza pero sobreviven a otros ,que por norma general somos mucho más competentes pero no tenemos su "olfato".
    Besos de gofio.

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    1. Gloria:
      Me he encontrado con demasiadas acepciones para denominar a estos sujetos: pelota, hueleculos, pelotillas, etcétera. En mi escrito empleé el nombre genérico, asociado a la obsecuencia, que es su actitud; pero, también se los llama por aquí: manyaoreja, oreja, ortiba, genuflexo, alcahuete, arrastrado, incluso la extraña expresión: "le masca el toscano en la oreja", una descriptiva denominación que alude al fumador de toscanos que le habla a su jefe en la oreja y en esa acción se ve obligado a morder el toscano que lleva en su boca.
      Como bien decían aquellos cómicos, que hablaban con la palabras coso, cosa, cosito, cosita, en lugar de los sustentivos respectivos: "el idioma castellano es muy rico en expresiones idiomáticas" (para los argentinos de mi edad, el desafío de recordar sus nombres).
      Trasciende por tu escrito que no sos una obsecuente y que ello te trajo problemas, lo que hace que te estime mejor aun.
      Besos.

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  18. Poco me sonaba esta palabra que has utilizado, pero veo que se trata de gente pelota, a mí no me gustan nada, aunque claro, tiene que haber de todo en la viña del señor, lo peor de todo es que éstos son los que mejor se lo montan porque no pegan una en el curro.

    Un beso.

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    1. María:
      Es así, esa gente está para atormentar la vida de la gente honesta y bien intencionada.
      Debido a la variedad, tenemos que soportarlos, lo que se compensa generosamente con tanta gente buena que nos rodea. Gracias a esta compañía es que podemos disfrutar de la vida, ¿no lo crees?
      Besos.

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  19. È um grande prazer passar pelo teu blog e ler teus excelentes e muito bem escritos textos e histórias."Gracias" por sua adorável visitinha.Uma boa-noite e meu grande abraço.SU.

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    1. Suzanne:
      Muito obrigado por visitar esta página e comentar sobre ele.
      Um beijo.

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  20. Cuántos obsecuentes en la vida y cuanto más alto es el peldaño más abundan. Y más en este tiempo en que se trastocan los valores y las necesidades se multiplican, cada vez más la vulnerabilidad de las situaciones hace posible bajar por la pendiente fácil.
    Es difícil ser sensato, coherente, justo y solidario.

    Abrazos Arturo
    y buen fin de semana.

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    1. Genessis:
      Dices bien, en aquellos lugares donde hay mayor necesidad es donde pululan estos personajes con mayor asiduidad; en este caso es la necesidad de poder el motor de tal conducta.
      Sin embargo y curiosamente, durante la guerra, hubo quienes para salvaguardar sus vidas actuaron miserablemente, delatando a sus compañeros para obtrener un diminuto privilegio.
      Por tratarse de una de las miserias humanas, nada bueno puede esperarse de aquellos que la practican.
      Un gran abrazo.

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  21. Arturo:
    Está lleno de obsecuentes el mundo, tan así que a veces me pregunto si uno no terminará siendo obsecuente en algún espacio sin darse cuenta. Creo que no, pero nunca estoy seguro de nada.
    Un abrazo.

    (Me encanta la diferencia idiomática, cómo tratan de entenderte los amigos de otros países)

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    1. Humberto:
      La pregunta que vale es: ¿quién determina que una actitud es de obsecuencia?
      Quien publicita un libro propio, ¿es obsecuente? Para lograr convencer a sus posibles lectores, ¿adopta una posición de complacencia ante ellos?
      El que se siente atraído por una bella mujer (al menos para sus ojos) y en afán de conquista se torna dulce como la miel y la llena de alabanzas desmedidas ¿es obsecuente?
      Y la lista de ejemplos sería casi infinita...
      Creo que la diferencia no está marcada por las acciones, sino por el sentimiento íntimo de cada actor; si él siente que actúa de buena fe, no es obsecuente; si lo hace con objetivos sesgados, es un atorrante.
      Un gran abrazo.

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  22. Estimado Arturo
    Gracias por tu escrito lo he encontrado muy inteligente.

    Siempre explique que cuando la Biblia expresa que "el justo por la fe vivirá" entre muchas cosas se encuentra la actitud de vivir sin la obsecuencia a un lider o empleador equivocado y por ende errático.

    El justo (honesto) debe tener la capacidad de no ser obsecuente con el primer jefe que se encuentra al poner el primer pie fuera de la cama cada mañana: "uno mismo", si tenemos la capacidad de no ser obsecuentes con nosotros mismos entonces seremos merecedores de bajar el segundo pie y decidir vivir ese día con fe, creyendo que la virtud tiene vida propia y a la larga cosecha honor.

    Y para serte sincero no hay nada mejor que vivir con honor.

    Un abrazo

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    1. Gustavo:
      Muchas gracias por tu comentario. En él te expresas con palabras profundas.
      El hombre debe actuar con honestidad; no solo ante los demás, sino ante sí mismo.
      La humildad dignifica a la persona, mientras que la obsecuencia la denigra.
      Un gran abrazo.

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